LA HORA DE LA VERDAD
Rodil Rivera Rodil

Rodil Rivera Rodil
Polémico Analista del acontecer nacional,
autor de la columna Controversia de Diario La Tribuna.

Ex-Diputado al Congreso Nacional, en la actualidad
es el Director de la Marina Mercante Nacional.

Los principales funcionarios del gobierno habían venido insistiendo en que este año terminaba el plazo fatal para la suscripción de la carta de intención con el Fondo Monetario Internacional. Al grado que el ministro de Finanzas anunció que estaría interponiendo su renuncia si esto no sucedía.

Pero ahora nos dicen, y cito, "que en lo que resta del año se puede suscribir una ayuda memoria de los convenios que se pueden acordar con el FMI y firmar el acuerdo definitivo en el 2004". Un galimatías que significaría que este año podríamos firmar una carta en la que diremos que el otro año vamos a firmar otra carta que, esta sí, será la verdadera carta. En fin, una historia que bien podría titularse: "Crónica de una carta anunciada".

Bromas aparte, no cabe duda que el país marcha peligrosamente a la deriva. A la profunda crisis en que se halla inmerso se ha venido a sumar la presión del Fondo Monetario Internacional, que no se ha vuelto menos duro como creyó el gobierno y que insiste en un tercer ajuste estructural que toque, entre otros temas sensibles, los estatutos profesionales. Si cedemos, dicen unos, nos caerá el mundo encima. Pero si no, también, dicen otros. Y es posible que, desde distintas perspectivas, los dos tengan razón.

El asunto se complica por los errores que cometen los protagonistas enfrentados ante la eventualidad de un nuevo "paquetazo". Algunos dirigentes del movimiento popular adolecen de la enfermedad que Lenín calificaba de "izquierdismo". Sus tácticas carecen de flexibilidad. Perdieron una excelente oportunidad de fortalecer su posición al desdeñar la oferta del mandatario en la pasada cadena nacional, lo que les ha costado caro.

El presidente Maduro, por su parte, se empeña en restarle gravedad a la situación con una terquedad digna de mejor causa. Se la pasa citando datos de la "macroeconomía" sin reparar en la "microeconomía" que es la que tiene agobiado al pueblo. Habla de controlar gastos y desde que asumió el poder no ha cesado de aumentarlos. De que "se debe combatir la corrupción" pero ningún delincuente de cuello blanco está en la cárcel. Utiliza los medios para desacreditar a las organizaciones populares. Y el ministro de Seguridad, que se comporta más como candidato presidencial que como policía, pretende resucitar el anticomunismo feroz de su pariente, el desaparecido general Alvarez Martínez, bajo la nueva modalidad de acusar a todo el que proteste en las calles de narcotraficante y terrorista.

Las posibilidades de que los maestros y médicos accedan de buen grado al congelamiento de sus salarios son muy remotas. El equipo de gobierno perdió hace rato la credibilidad que se requiere para convencerlos por las buenas. El secretísimo "Plan B" que el Ministerio de Finanzas informó que tenía preparado para el caso de que no se pudiera llegar a ningún convenio con el FMI no aparece por ninguna parte. El publicitado "Gran Diálogo Nacional" ya finalizó sin que sepamos si entre sus conclusiones hay alguna que sirva para este propósito y que, por supuesto, el gobierno se haya comprometido a poner en práctica en lo que resta de su período.

Ahora bien ¿qué tanto necesitamos de la carta de intención? O dicho de otro modo ¿a cambio de qué vamos a decretar otro "paquetazo"? Lo más importante que hemos oído es de un "alivio" de la deuda externa de 960 millones de dólares en los próximos 15 años y de la "liberalización" de varios millones más para "invertirlos en la lucha contra la pobreza".

Entendemos que "alivio" significa condonación. Pero ¿qué se quiere decir con lo segundo? ¿Y de qué hablamos, exactamente, de hacer a los pobres menos pobres o de que haya menos pobres? Pues son cosas muy diferentes.

Antes estábamos conscientes que para reducir la pobreza sería necesario llevar a cabo profundas transformaciones estructurales, lo que no se podría lograr sino mediante un enorme esfuerzo nacional en el que debía participar todo el pueblo. Ahora parece que es más fácil. Se trata de "invertir" en una estrategia o lo que es igual, en aplicar una receta, una fórmula igual que cualquiera otra. Como quien dice que si existen varias técnicas para producir salchichas ¿por qué no puede haber una para disminuir la pobreza? ¡Genial!

Lo anterior, según una popular expresión, luce demasiado bueno para ser verdad. Casi como un milagro. Y los milagros, infortunadamente, casi no ocurren en estos tiempos. Por otro lado, nadie nos explica cómo es que, después de cinco "paquetazos" que por "recomendación" del mismo Fondo Monetario se nos han impuesto en trece años, la pobreza en Honduras, en lugar de ser menor, se ha incrementado en más de un millón de personas, según las cifras que acaba de publicar el Banco Mundial.

Todo indica que se acerca para el presidente lo que suele llamarse la hora de la verdad. Deberá tomar cruciales decisiones cuando ha perdido mucho espacio para maniobrar o, lo que es igual, capacidad de gobernar. Y ello en medio de una gran tensión social pronta a estallar. Y, al contrario de lo que muchos piensan, su problema fundamental no está abajo, sino arriba. No viene del descontento popular. Este sólo constituye un componente secundario.

La principal causa de la ingobernabilidad se ha generado en las mismas alturas del poder. El mandatario ha ido perdiendo, poco a poco, los soportes de su gobierno, empezando por su propio partido. Al punto que hoy, decía un amigo, se sostiene solamente en tres de sus colaboradores, los que, a su vez, lo tienen a él como único apoyo. Los cuatro, pues, se han quedado solos, como equilibristas en la cuerda floja con los espectadores conteniendo el aliento y esperando lo peor.

 

05 de noviembre de 2003


Una voluntad al servicio de la Patria

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