MALTRATOS EN LAS MAQUILAS
Wilmer Pérez Regalado
wperez@laprensa.hn

Con esas denuncias en el exterior de maltratos en las maquilas creo que han formado una tormenta en un vaso de agua. Este tipo de problemas tienen que darse más de una vez tomando en cuenta la gran cantidad de operarios que hay en la industria del ensamblaje en Honduras: más de 125 mil personas.

Tampoco es cierto que debido a estas denuncias todos los maquiladores arreglarán maletas y se irán del país. Ésos son sombrerazos. En Honduras la mano de obra es muy barata para dejar escapar el negocio.

De mismo modo, nadie debe alarmarse ni resentirse porque aquí le pagan a un obrero 800 ó 900 lempiras semanales y en Estados Unidos o Francia ése podría ser el valor de un par de camisas fabricadas aquí. No debemos olvidar que quien maneja el mercado tiene el sartén por el mango y desde esa perspectiva los argumentos presentados por una obrera hondureña en EUA son, como decimos aquí, “más hojas que tamal”.

Sin embargo, lo que deben corregir los empresarios de la maquila son las formas de tratar a los empleados. Es duro para cualquiera de ellos que después de agotadoras jornadas sentado frente a una ojeteadora se les mida el tiempo que está en el sanitario o en el pago semanal se le deduzca cierta cantidad de dinero por “baja productividad”.

Si no hubiese malos tratos a los obreros no habría denuncias en el exterior y ni siquiera los sindicatos tuvieran cabida en los parques industriales. La verdad es que los operarios se organizan cuando ven y sienten que sus derechos están siendo disminuidos o amenazados. Eso es muy natural y a nadie debe asustarle.

Otro abuso que se presenta aquí es que algunos maquiladores se niegan a dejar que los inspectores del Ministerio de Trabajo desarrollen su labor de vigilancia y control cuando se presentan denuncias, lo que a todas luces constituye un atropello a las garantías individuales y leyes laborales vigentes.

Por el lado del obrero también se presentan muchas deficiencias. No todos se parecen a sus similares japoneses que a cambio de largas jornadas lograron levantar la economía del Japón de la posguerra, y aún lo siguen haciendo. Muchos compatriotas son maliciosos, altaneros e irresponsables en el trabajo y con gente así un país no puede salir adelante.

Es urgente que capital y trabajo armonicen sus relaciones en las maquilas. Los dueños del dinero utilizando el rastrillo, no el azadón; y los otros dedicándose a su labor con honestidad y eficiencia.

 

06 de noviembre de 2003


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